¿Cómo envejece el sistema muscular?

¿Cómo envejece el sistema muscular?

A partir de los 30 años, comienza el envejecimiento del sistema musculoesquelético con la pérdida de masa ósea y muscular, que dan lugar a enfermedades como la osteoporosis y la sarcopenia. Prevenir estos problemas nos ayudará a mantener una mejor movilidad e independencia al hacernos mayores.

Índice

Efectos del envejecimiento en el sistema musculoesquelético

A partir de los 30 años, empiezan a notarse los efectos del paso del tiempo en el sistema muscoloesquelético, tanto a nivel de los huesos, como de los músculos o los cartílagos:

- Pérdida de masa ósea: la densidad de los huesos comienza a disminuir tanto en los hombres como en las mujeres, pero esta pérdida de masa ósea se acelera en las mujeres tras la menopausia debido a la disminución de los estrógenos, hormonas que regulan el ritmo con que se produce el recambio óseo. Por lo tanto, cuando al llegar la menopausia disminuyen los niveles de estrógeno, el proceso de recambio óseo se acelera y con él el ritmo de pérdida de hueso, perdiendo más del 40% de la masa ósea en la columna y casi un 60% en la cadera, con el riesgo de fracturas que ello conlleva. Una persona adulta pierde entre 0.3 a 0.5% de su masa ósea cada año, y esta pérdida puede llegar a incrementarse entre un 2 y un 3% cada año en mujeres posmenopáusicas. No obstante, aunque pierdan menos masa ósea, los hombres también la pierden.

Además, los huesos pierden calcio y otros minerales. Para que la masa ósea se mantenga la cantidad de hueso que destruyen los osteoclastos debe ser la misma que la que forman los osteoblastos. Si se forma menos hueso del que se destruye, se produce un balance negativo y, por lo tanto,la masa ósea se reduce.

La disminución en la concentración de la hormona GH (hormona del crecimiento) y de la IGF1 (factor de crecimiento similar a la insulina 1) también explican por qué se pierde la masa muscular en ambos sexos, algo de lo que hablaremos más adelante. La disminución de IGF1 acelera la degradación de las proteínas musculares y reduce una serie de recpetores que son clave para regular el calcio dentro de las células y la contracción de los músculos. 

Esta pérdida de masa ósea puede dar lugar a la osteoporosis, una enfermedad metabólica ósea crónica y progresiva que supone la pérdida de masa ósea y aumenta el riesgo de fracturas.

- Cambios en el cartílago: al envejecer, las articulaciones experimentan cambios en el cartílago y el tejido conjuntivo. El cartílago interior de todas las articulaciones se vuelve más delgado y sus diferentes componentes (los proteoglicanos, las sustancias que proporcionan resiliencia al cartílago) cambian, lo que disminuye la resistencia del cartílago y aumenta el riesgo de lesiones. Además, las superficies articulares no se deslizan una sobre otra como deberían hacerlo, lo que puede causar artrosis. Por otra parte, las articulaciones se vuelven más rígidas porque el tejido conjuntivo se vuelve más duro y quebradizo, limitando el movimiento de las articulaciones.

El deterioro de las articulaciones puede llevar a inflamación, dolor, rigidez y deformidades. Los cambios articulares van desde una rigidez leve a una artritis grave.

- Sarcopenia: es la pérdida de músculo, un proceso que comienza también en torno a los 30 años. Este proceso hace que disminuya tanto la cantidad de tejido muscular como el número y tamaño de fibras musculares. La sarcopenia hace que se pierda fuerza en los músculos, sobrecargando algunas articulaciones como las rodillas, lo que aumenta el riesgo de artropatías y caídas. La sarcopenia contribuye de manera evidente a la pérdida de fuerza y actividad funcional en los ancianos.

- Denervación muscular: el número de fibras musculares que se contraen rápidamente disminuye de forma más acusada más que el número de fibras musculares que se contraen más lentamente. Por lo tanto, los músculos no son capaces de contraerse tan rápidamente y el cuerpo pierde una serie de movimientos. Esta denervación muscular provoca en los ancianos una pérdida de unidades motoras, que se acelera pasados los 60 años, especialmente en la médula espinal y los nervios periféricos, afectando a su movilidad y dependencia. 

- Alteración en el metabolismo proteico: la alteración en el metabolismo de las proteínas podría explicar la pérdida muscular que aparece antes de los 60 años. La síntesis proteica empieza a decaer a partir de los 50 años. Esta disminución parece estar relacionada con la reducción de moléculas de ATP en el músculo, encargadas de proporcionar energía, probablemente debido a la disminución del número de mitocondrias, los órganulos que dan energía a las células, y al daño en el ADN mitocondrial a causa del estrés oxidativo debido al aumento de radicales libres en los músculos.

- Pérdida de altura: con el envejecimiento, el tronco se vuelve más corto a medida que los discos situados entre las vértebras pierden líquido en forma gradual y se hacen más delgados. Además, los arcos del pie se vuelven menos pronunciados, lo que contribuye a la pérdida ligera de estatura.

- Cambios en las vértebras: las vértebras también pierden parte de su contenido mineral, haciendo que cada hueso sea más delgado. Esto hace que la columna se vuelva curva y apretada, pudiendo aparecer lo que conocemos coloquialmente como “joroba”. También se pueden formar espolones óseos en las vértebras, provocados por el proceso de envejecimiento y el uso general de la columna vertebral.

¿Por qué se producen estos cambios en el sistema musculoesquelético?

Ya hemos visto como la reducción en los niveles de algunas hormonas, como los estrógenos, la GH o la IGF1, contribuyen a la pérdida de masa ósea. En los hombres, la disminución de testosterona, aunque más gradual que la pérdida de estrógenos, también contribuye a la pérdida de masa ósea.

Además, los andrógenos suprarrenales, como la dehidroepiandrostendiona y la dehidroepiandrostendiona-sulfato (DHEA y DHEA-S), también disminuyen con la edad, lo que podría influir sobre la masa ósea.

También tienen mucha importancia los factores locales o paracrinos en el proceso de la remodelación ósea. La concentración sérica de osteoprotegerina (OPG), una proteína que regula el metabolismo óseo, aumenta de forma progresiva con la edad, probablemente para evitar la pérdida de masa ósea que se produce por otros motivos.

Las tensiones que resultan de las cargas mecánicas también afectan al esqueleto. Por ejemplo, los huesos largos (como el fémur) y los cuerpos vertebrales necesitan cargas pequeñas, pero frecuentes, para mantener la masa ósea. Estos se debe a que los osteocitos (células maduras que conforman el hueso) intervienen en la respuesta del hueso a los estímulos mecánicos, actuando como mecano-receptores que se comunican con los osteoblastos y osteoclastos presentes en las superficies óseas para mantener el equilibrio en la destrucción y recambio del hueso. Pero la menor masa muscular, los problemas degenerativos articulares y la mayor prevalencia de enfermedades crónicas hace que las personas mayores sean mucho más inactivas, lo que contribuye a la pérdida de masa ósea.

Los factores genéticos también parecen tener influencia en este proceso de envejecimiento del sistema musculoesquelético, aunque no es fácil comprobarlo debido a la gran variedad genética. No obstante, existen algunos estudios que dan alguna pista sobre este tema. Por ejemplo, los antecedentes maternos de fractura aumentan el riesgo de fractura en las hijas. Por otro lado, a partir de los resultados de diversos estudios de familias y gemelos se ha estimado que la herencia explica entre un 40 y un 80% de la variabilidad de la masa ósea.

La nutrición, como siempre, es un factor fundamental a la hora de explicar este envejecimiento de los huesos y los músculos. El déficit de calcio y vitamina D constituye probablemente el factor más relevante en los ancianos. Cuando disminuye el calcio ingerido con la dieta, desciende su absorción y baja la calcemia, lo que estimula la secreción de parathormona (PTH). La acción de esta hormona aumenta la reabsorción ósea, la reabsorción renal de calcio y la producción renal de calcitriol, lo que favorece la pérdida de calcio para el hueso.

La falta de vitamina D tiene también efectos negativos sobre el esqueleto que van, dependiendo de su intensidad, desde la aceleración del recambio óseo (favoreciendo con ello el desarrollo de osteoporosis) hasta la inhibición de la mineralización.

Existen otros factores nutricionales que pueden desempeñar un papel en la pérdida de hueso asociada a la edad, entre los que se encuentra la ingesta proteica y el comportamiento alimentario en general. La malnutrición calórico-proteica es relativamente común en los ancianos y la pérdida de proteínas aumenta a la masa muscular.

Asimismo, el déficit de vitamina K podría contribuir a aumentar la pérdida de hueso al reducirse sus efectos sobre la carboxilación de algunas proteínas de la matriz ósea como la osteocalcina. Finalmente, se ha señalado que la ingesta excesiva de vitamina A puede provocar una disminución de la masa ósea y un aumento de la incidencia de fracturas.

Por último, se ha señalado que los leucocitos de las personas mayores liberan una mayor cantidad de IL6 que los de las personas jóvenes. Esta elevación podría desempeñar también algún papel en la sarcopenia debido a los efectos catabólicos y anorexígenos desarrollados por esta citoquina.

Además de los factores que ya hemos comentado (nutricionales, hormonales, etc.), merece también destacarse el tabaco, el alcohol y algunos medicamentos como los glucocorticoides. El alcohol tiene un impacto negativo en la formación de los huesos y en la capacidad del organismo para absorber el calcio. Fumar también perjudica la salud ósea.

¿Cómo prevenir estos cambios del sistema musculoesquelético?

1. Ejercicio físico. El ejercicio físico es la intervención más importante y eficaz, ya que ayuda a prevenir la pérdida de masa ósea y muscular. Además, mejora la coordinación y la movilidad general, previniendo el riesgo de caídas y fracturas. Para el mantenimiento del sistema musculoesqulético es especialmente importante el ejercicio de entrenamiento/fuerza.

2. Una dieta equilibrada sin azúcares refinados y rica en fibra, vitaminas y con un adecuado aporte de proteínas que prevenga la pérdida de masa muscular.

Los alimentos con alto contenido de sal o excesivamente procesados impiden que el organismo absorba el calcio, por lo que se deben evitar o limitar. Lo mismo pasa con las bebidas con alto contenido en cafeína.

3. Ingesta suficiente de calcio y vitamina D. Las mujeres necesitan ser particularmente cuidadosas e ingerir suficiente calcio y vitamina D a medida que envejecen. Las mujeres posmenopáusicas y los hombres de más de 70 años deben tomar 1.200 mg de calcio y 800 unidades internacionales (IU, por sus siglas en inglés) de vitamina D al día.

Los alimentos ricos en calcio son, esencialmente, los productos lácteos, los que contienen ácidos grasos Omega- 3 (que se encuentra en el pescado azul o los frutos secos), los cítricos, las verduras y los arándanos. No obstante, tras la menopausia suele ser necesario recurrir a los suplementos para alcanzar las cantidades diarias recomendadas.

Se ha comprobado que el tratamiento con suplementos de vitamina D puede reducir la tasa de fracturas osteoporóticas en ancianos, especialmente cuando se administran en dosis suficientes (800 UI de vitamina D/día) en aquellas personas que presentan una baja ingesta de calcio y vitamina D.

4. Evitar el sobrepeso. El sobrepeso y la obesidad agravan las afecciones de las articulaciones al aumentar la carga sobre ellas, por lo que es un factor de riesgo para la artrosis de rodilla.

5. Se recomienda que todas las mujeres mayores de 65 años y los hombres mayores de 70 se hagan un examen médico de densidad ósea.

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Ideas clave

  • A partir de los 30 años, empiezan a notarse los efectos del paso del tiempo en el sistema muscoloesquelético, tanto a nivel de los huesos, como de los músculos o los cartílagos, apareciendo las siguientes enfermedades o problemas: pérdida de masa ósea, cambios en el cartílago que pueden causar artritis y artrosis, sarcopenia, denervación muscular, alteración en el metabolismo proteico, pérdida de altura, cambios en las vértebras.
  • Estos cambios se producen por muchos motivos, entre los que destacan las alteraciones de hormonas como los estrógenos, los andrógenos, la GH o la IGF1; factores locales o paracrinos; las tensiones de las cargas mecánicas; factores genéticos; la nutrición, especialmente el déficit de calcio y vitamina D; el alcohol o el tabaco. 
  • Para prevenir estos daños del sistema muscoloesquelético derivados del envejecimiento debemos realizar ejercicio físico regular, especialmente entrenamientos de fuerza; llevar una dieta equilibrada; tomar suplementos de calcio y vitamina D si se tienen niveles bajos; evitar el sobrepeso; hacerse un examen de densidad ósea. 

Fuente:

  • Gregson CL. Bone and joint aging. In: Fillit HM, Rockwood K, Young J, eds. Brocklehurst's Textbook of Geriatric Medicine and Gerontology. 8th ed. Philadelphia, PA: Elsevier; 2017:chap 20.
 

Redacción: Irene García

Supervisión editorial: Tomás Duraj

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