¿Cómo prevenir las enfermedades cardiovasculares?

¿Cómo prevenir las enfermedades cardiovasculares?

Las enfermedades cardiovasculares son una de las principales causas de discapacidad y muerte prematura en todo el mundo. Se ha demostrado que la modificación de los factores de riesgo reduce la mortalidad y la morbilidad en las personas con enfermedad cardiovascular diagnosticada o no diagnosticada.

Índice

Causas de las enfermedades cardiovasculares

De un estimado de 58 millones de muertes en todo el mundo por todas las causas, las enfermedades cardiovasculares (ECV) representan el 30%. Además, una proporción sustancial de estas muertes (46%) fueron de personas menores de 70 años, en el período más productivo de la vida.

Una proporción significativa de esta morbilidad y mortalidad podría prevenirse mediante estrategias para toda la población, pero sobre todo para las personas con mayor propensión a padecer este tipo de enfermedades.

Algunos de los factores de riesgo y causas principales de las enfermedades cardiovasculares incluyen:

  1. Hipertensión arterial: la presión arterial alta es uno de los principales factores de riesgo para enfermedades cardiovasculares. La presión arterial elevada ejerce tensión en las paredes de las arterias, lo que puede llevar al endurecimiento de las mismas (aterosclerosis) y aumentar el riesgo de accidentes cerebrovasculares y enfermedades del corazón.

  2. Colesterol alto: los niveles elevados de colesterol en la sangre, especialmente el colesterol LDL ("colesterol malo"), pueden contribuir al desarrollo de placas en las arterias (aterosclerosis), lo que reduce el flujo sanguíneo y aumenta el riesgo de ataques cardíacos y accidentes cerebrovasculares.

  3. Tabaquismo: fumar tabaco es un factor de riesgo importante para enfermedades cardiovasculares. Los productos químicos en el humo del tabaco pueden dañar los vasos sanguíneos y aumentar la formación de placas en las arterias.

  4. Diabetes: las personas con diabetes tipo 2 tienen un mayor riesgo de enfermedades cardiovasculares. La diabetes puede dañar los vasos sanguíneos y aumentar la probabilidad de desarrollar aterosclerosis.

  5. Obesidad: el exceso de peso y la obesidad están relacionados con un mayor riesgo de enfermedades cardiovasculares. El sobrepeso puede contribuir a la hipertensión, la diabetes y los niveles elevados de colesterol.

  6. Estilo de vida sedentario: la falta de actividad física regular aumenta el riesgo de enfermedades cardiovasculares. El ejercicio ayuda a mantener el sistema cardiovascular saludable y controla factores de riesgo como la presión arterial y el colesterol.

  7. Dieta poco saludable: una dieta rica en grasas saturadas, grasas trans y azúcares añadidos puede contribuir al desarrollo de enfermedades cardiovasculares. Una dieta equilibrada con muchas frutas, verduras, granos enteros y proteínas magras es fundamental para la salud cardiovascular.

  8. Antecedentes familiares: tener familiares cercanos con enfermedades cardiovasculares puede aumentar el riesgo debido a la posible influencia de la genética y los hábitos de estilo de vida compartidos.

  9. Estrés crónico: el estrés prolongado puede tener efectos negativos en el corazón y los vasos sanguíneos, aumentando el riesgo de enfermedades cardiovasculares.

  10. Consumo excesivo de alcohol: el consumo excesivo de alcohol puede aumentar la presión arterial y contribuir al desarrollo de enfermedades cardiovasculares.

Las complicaciones debilitantes y a menudo fatales de las enfermedades cardiovasculares (ECV) son más frecuentes en hombres y mujeres de mediana edad o ancianos. Sin embargo, la aterosclerosis (el principal proceso patológico que conduce a estas enfermedades) comienza temprano en la vida y progresa gradualmente durante la adolescencia y la edad adulta temprana. Suele ser asintomático durante un período prolongado. La tasa de progresión de la aterosclerosis está influenciada por factores de riesgo cardiovascular: consumo de tabaco, una dieta poco saludable e inactividad física (que en conjunto resultan en obesidad), presión arterial elevada (hipertensión), lípidos sanguíneos anormales (dislipidemia) y niveles elevados de glucosa en sangre (diabetes).

La exposición continua a estos factores de riesgo conduce a una mayor progresión de la aterosclerosis, lo que resulta en placas ateroscleróticas inestables, estrechamiento de los vasos sanguíneos y obstrucción del flujo sanguíneo a órganos vitales, como el corazón y el cerebro. Las manifestaciones clínicas de estas enfermedades incluyen angina de pecho, infarto agudo de miocardio, ataques isquémicos cerebrales transitorios y accidentes cerebrovasculares.

El riesgo total de ECV depende del perfil de factor de riesgo particular del individuo, el sexo y la edad; será mayor para los hombres mayores con varios factores de riesgo que para las mujeres más jóvenes con pocos factores de riesgo. El riesgo total de desarrollar enfermedad cardiovascular está determinado por la combinación de todos los factores de riesgo cardiovascular, que suelen coexistir, aumentando el riesgo final. Una persona con varios factores de riesgo levemente elevados puede tener un riesgo total más alto de ECV que alguien con solo un factor de riesgo elevado. Por eso, cambiar el estilo de vida a tiempo y, en algunos casos, proporcionar ciertos fármacos, reduce el riesgo de ECV en personas de alto riesgo, disminuyendo la morbilidad y la mortalidad. Muchas personas desconocen su estado de riesgo, por lo que conocerlo es el primer paso para prevenir estas enfermedades.

En pacientes con una presión arterial sistólica superior a 150 mmHg, o una presión diastólica superior a 90 mmHg, o un nivel de colesterol en sangre superior a 5,0 mmol/l, el tratamiento farmacológico reduce el riesgo relativo de episodios cardiovasculares entre un cuarto y un tercio. Si la presión arterial se reduce a 10-15 mmHg (sistólica) y 5-8 mmHg (diastólica) y el colesterol en sangre en aproximadamente un 20% mediante el tratamiento combinado con antihipertensivos y estatinas, entonces la morbilidad y la mortalidad se reducen hasta en un 50%.

Esto demuestra la importancia de realizar revisiones periódicas para conocer nuestro estado de salud general y el riesgo que tenemos de desarrollar enfermedades como las coronarias. Es el primer paso para poner en marcha una serie de cambios en nuestro estilo de vida que nos ayudará a prevenir las enfermedades cardiovasculares. No obstante, no hace falta estar en este grupo para adoptar estas medidas, son beneficiosas para nuestra salud y alargan nuestra esperanza de vida siempre.

Recomendaciones para prevenir las enfermedades cardiovasculares

1- No fumar. El tabaco aumenta el riesgo de arterioesclerosis y estrechamiento de los vasos sanguíneos. Existe una gran cantidad de evidencia de estudios de cohortes prospectivos con respecto al efecto beneficioso del abandono del hábito de fumar sobre la mortalidad por enfermedad coronaria. Sin embargo, la magnitud del efecto y el tiempo necesario para lograr resultados beneficiosos no están claros. Algunos estudios sugieren que, aproximadamente 10 años después de dejar de fumar, el riesgo de mortalidad por enfermedad coronaria se reduce al de las personas que nunca han fumado. Otros informes sugieren que se requiere mucho más tiempo.

También se ha demostrado que los fumadores de cigarrillos que se cambian a pipa o puro y los que continúan fumando, pero reducen el número de cigarrillos, tienen un mayor riesgo de mortalidad que los que dejan de fumar.

Igualmente, la edad para dejar de fumar tiene un gran impacto en las perspectivas de supervivencia; los que dejaron de fumar entre los 35 y los 44 años tuvieron las mismas tasas de supervivencia que los que nunca habían fumado.

2- Seguir una dieta saludable. Si se sigue una dieta moderada-alta en carbohidratos, la ingesta total de grasas debe reducirse a aproximadamente el 30% de las calorías, la ingesta de grasas saturadas debe reducirse limitado a menos del 10% de calorías y eliminar las grasas trans. La mayor parte de la grasa dietética debe venir de poliinsaturados (hasta el 10% de las calorías) o monoinsaturados (10-15% de las calorías). Se debe reducir la ingesta diaria de sal en al menos un tercio y, si es posible, a <5 go 90 mmol por día.

Estas recomendaciones solamente son aplicables a una dieta estándar con alto contenido en carbohidratos (más del 20% de calorías totales de la dieta). Si seguimos una dieta baja en carbohidratos, las recomendaciones deben ajustarse. Todavía existe cierta controversia científica sobre el papel del LDL-colesterol en personas que siguen una dieta baja en carbohidratos. Aunque la balanza de riesgo-beneficio parece inclinarse hacia el beneficio en personas que pierden peso y mejoran sus marcadores de salud mediante una dieta cetogénica bien formulada, alta en verduras verdes y grasas saludables, usar este tipo de dieta a largo plazo requiere hacer tests cardiovasculares avanzados para asegurarse de que nuestra fisiología particular responde correctamente a este tipo de dieta.

Además, hay que comer al menos 400 g al día de una variedad de frutas y verduras, así como cereales integrales y legumbres si seguimos una dieta estándar.

La relación entre la grasa de la dieta y la enfermedad coronaria se ha investigado ampliamente. Se ha demostrado que las grasas saturadas en su conjunto aumentan los niveles de colesterol LDL. Sin embargo, los ácidos grasos individuales dentro del grupo tienen diferentes efectos, siendo los ácidos mirístico y palmítico los que tienen el mayor efecto sobre el colesterol LDL. Los ácidos grasos saturados no son todos igualmente hipercolesterolémicos. Las propiedades para aumentar el colesterol de las grasas saturadas se atribuyen al ácido láurico, al ácido mirístico y al ácido palmítico.

Cuando se sustituyen los ácidos grasos saturados en los estudios metabólicos, los ácidos grasos poliinsaturados n-6 (que son abundantes en el aceite de soja y girasol) y los ácidos grasos monoinsaturados (que son abundantes en el aceite de oliva) reducen las concentraciones de colesterol total, colesterol LDL y triglicéridos.

Diversos estudios muestran que la reducción o modificación de la grasa de la dieta reduce la incidencia de eventos cardiovasculares combinados en un 16% y la mortalidad cardiovascular en un 9%. Repetimos, estos ensayos solamente son aplicables a una población que elige una dieta moderada-alta en carbohidratos y debe reducir su riesgo cardiovascular mediante reducción de grasas, restricción calórica o cambios de tipos de carbohidratos (simples por complejos). En caso de existir una intolerancia a carbohidratos (resistencia a la insulina), como ocurre con gran parte de la población prediabética y con problemas de sobrepeso inducido por dieta, una dieta moderada-alta en carbohidratos no es indicada para ellos, y es recomendable explorar otras alternativas (por ejemplo, dieta paleolítica o dieta baja en carbohidratos, no necesariamente cetogénica). Cada individuo debe establecer su tolerancia individual a carbohidratos.

Y, como decíamos, aumentar el consumo de ácidos grasos con omega 3. Las principales fuentes dietéticas de ácidos grasos omega-3 son el pescado y los aceites de pescado (que contienen ácido eicosapentaenoico y ácido docosahexaenoico), y ciertos aceites de nueces y plantas, como canola, soja, semillas de linaza y nuez (que contienen ácido alfa-linoleico). Estudios epidemiológicos y ensayos clínicos sugieren que las personas con riesgo de enfermedad coronaria se benefician del consumo de ácidos grasos omega-3. Los mecanismos propuestos para un papel cardioprotector incluyen perfil de lípidos alterados, tendencia trombótica reducida y efectos antihipertensivo, antiinflamatorio y antiarrítmico.

Si consumes carbohidratos, también se debe reducir la sal. Los estudios de población han demostrado que la ingesta elevada de sal se asocia con un mayor riesgo de la presión arterial alta que conduce a enfermedad cardiovascular. La eficacia de la ingesta reducida de sodio para reducir la presión arterial está bien establecida. Se ha demostrado que una reducción media de 77 mmol/día en la ingesta dietética de sodio reduce la presión arterial sistólica en 1,9 mmHg y la presión arterial diastólica en 1,1 mmHg. Una dieta baja en carbohidratos o cetogénica muestra reducciones de presión sanguínea mucho más efectivas que la limitación de sal: de hecho, la sal puede mantenerse o aumentarse en una dieta baja en carbohidratos. Esto es debido a diferencias en el metabolismo de la insulina y la retención de líquidos. Usar una dieta cetogénica es una herramienta muy efectiva para manejar la hipertensión, facilitando abandonar el uso de fármacos para reducir la tensión (de hecho, es importante ajustar la medicación al seguir una dieta de este tipo para evitar hipotensión). Y, por último, como decíamos, aumentar el consumo de frutas y verduras pueden promover la salud cardiovascular a través de una variedad de micronutrientes, antioxidantes, fitoquímicos, flavonoides, fibra y potasio.

3- Realizar ejercicio físico. Hay que realizar al menos 30 minutos de ejercicio físico moderado al día (por ejemplo, caminar a paso ligero), mejor si es al aire libre.

Se ha estimado que la actividad física inadecuada es responsable de aproximadamente un tercio de las muertes por enfermedad coronaria y diabetes tipo 2. Hay pruebas de estudios observacionales de que la actividad física en el tiempo libre se asocia con una reducción del riesgo cardiovascular y la mortalidad cardiovascular tanto en hombres como en mujeres y en personas de mediana edad y mayores. Un metaanálisis de estudios en mujeres mostró que la actividad física se asoció con un riesgo reducido de enfermedad cardiovascular general, enfermedad coronaria y accidente cerebrovascular, en una forma de dosis-respuesta.

La actividad física mejora la función endotelial, lo que mejora la vasodilatación y la función vasomotora en los vasos sanguíneos. Además, la actividad física contribuye a la pérdida de peso, el control glucémico, la mejora de la presión arterial, el perfil de lípidos y la sensibilidad a la insulina. Probablemente la actividad física sea buena justo por eso, porque reduce estos factores de riego. 

4- Reducir el peso. El sobrepeso y la obesidad aumentan el riesgo de enfermedades coronarias al incrementar la grasa en el organismo. Hay que tener un peso normal, es decir, con índice de masa corporal entre 18,5 y 24,99.

La obesidad es un problema de salud creciente tanto en los países desarrollados como en los países en desarrollo y todos los estudios previos han demostrado que hay una clara relación entre la obesidad y la mortalidad por ECV ya que esta enfermedad está relacionada con los principales factores de riesgo cardiovascular que ya hemos citado, como hipertensión arterial, diabetes tipo 2, dislipidemia, etc. 

Los metanálisis han demostrado que una dieta para bajar de peso, combinada con ejercicio, produce una pérdida de peso significativa, reduce el colesterol total y el colesterol LDL, aumenta el colesterol HDL y mejora el control de la presión arterial y la diabetes. Se ha demostrado que los programas de pérdida de peso que utilizan intervenciones dietéticas, de actividad física o conductuales producen reducciones significativas de peso entre las personas con prediabetes y una disminución significativa de la incidencia de diabetes.

Un metanálisis de ensayos controlados aleatorios encontró que una reducción de peso neto de 5,1 kg como resultado de una ingesta energética restringida, aumento actividad o ambas, redujo la presión arterial sistólica en 4,44 mmHg y la presión arterial diastólica en 3,57 mmHg.

5- Evitar el alcohol o, al menos, reducir el consumo a ocasional. Muchos estudios han demostrado una asociación en forma de U o J entre la mortalidad y el consumo de alcohol, en la que las personas que beben cantidades ligeras o moderadas tienen una tasa de muerte más baja que los no bebedores, mientras que las que beben grandes cantidades tienen una tasa de muerte más alta. Las personas que beben mucho tienen una alta mortalidad por todas las causas y enfermedades cardiovasculares, incluida la muerte súbita y el accidente cerebrovascular hemorrágico. Además, pueden sufrir problemas psicológicos, sociales y de otro tipo relacionados con el consumo elevado de alcohol.

Los beneficios del alcohol en bebedores ligeros a moderados pueden estar sobreestimados en los metanálisis de estudios observacionales, como resultado de confusión y causalidad inversa. El metanálisis fue dominado por unos pocos estudios muy grandes, que no evaluaron cuidadosamente las razones para no beber y no midieron múltiples factores de confusión potenciales. Es principalmente el grupo que no bebe que causa la relación en forma de U, y esto puede contener tanto a abstemios de por vida como a personas que dejaron de beber por mala salud; esto podría resultar en una asociación falsa que sugiere que existe un nivel seguro de ingesta de alcohol. Un metaanálisis reciente de 54 estudios publicados concluyó que la falta de precisión en la clasificación de los abstemios puede invalidar los resultados de los estudios que muestran beneficios del consumo moderado de alcohol. Si la afirmación de los autores es correcta, implica que no hay un nivel de consumo de alcohol que sea beneficioso con respecto a la enfermedad coronaria; más bien, el riesgo aumenta con el aumento del consumo de forma lineal.

6- Controlar la presión arterial. Todas las personas con presión arterial igual o superior a 160/100 mm Hg, o un grado menor de presión arterial elevada con daño a órganos diana deben recibir tratamiento farmacológico y consejos específicos sobre el estilo de vida para reducir la presión arterial y el riesgo de enfermedad cardiovascular.

7- Controlar el colesterol. Todas las personas con colesterol total igual o superior a 320 mg/dl deben seguir una dieta especial para reducir los lípidos y tomar una estatina para reducir el riesgo de enfermedad cardiovascular.

8- Controlar la diabetes. Las personas con diabetes tipo 2 o prediabetes y la glucosa en ayunas por encima de 150 mg/dl deben tomar metformina o cambiar su dieta para reducir el azúcar en sangre.

9- Factores psicosociales. Los estudios observacionales han indicado que algunos factores psicosociales, como la depresión y la ansiedad, la falta de apoyo social, el aislamiento social y las condiciones estresantes en el trabajo influyen en la aparición de los principales factores de riesgo y el curso de la enfermedad coronaria, incluso después de ajustar por factores de confusión. Otros factores psicosociales, como la hostilidad y los trastornos de ansiedad o pánico, muestran una asociación inconsistente.

10- Usar aspirina. Varios metanálisis han evaluado el papel de la aspirina en la prevención primaria de enfermedades cardiovasculares. En general, los resultados de los ensayos aleatorios indicaron que, en comparación con placebo, la aspirina se asoció con una reducción del 32% en el infarto de miocardio y un aumento no significativo en el riesgo de accidente cerebrovascular. No obstante, el número de mujeres inscritas en la mayoría de estos ensayos fue demasiado pequeño como para conformar que también funciona en ellas. En el estudio Women's Health (376), se asignó al azar a mujeres de 45 años o más para recibir tratamiento con aspirina en dosis bajas o placebo, y se les dio seguimiento durante 10 años. La aspirina no tuvo un efecto significativo sobre el riesgo de infarto de miocardio. Sin embargo, hubo un riesgo 17% menor de accidente cerebrovascular en el grupo tratado. Por lo tanto, se necesita más investigación, teniendo también en cuenta que el uso de aspirina tiene sus riesgos.

11- Usar terapia combinada. Dado que muchos pacientes de alto riesgo se beneficiarían del tratamiento con varios fármacos que han demostrado reducir las enfermedades cardiovasculares, la noción de una píldora combinada, que utiliza formulaciones de dosis fijas de fármacos eficaces, se propuso originalmente para superar dos problemas: la dificultad de adherencia al tratamiento que involucra múltiples píldoras; y las dosis inadecuadas que a menudo se prescriben en la práctica clínica habitual. La idea se desarrolló aún más en el contexto de encontrar estrategias preventivas efectivas para países de ingresos bajos y medianos y obtuvo una amplia atención con el artículo de Wald & Law que describe un "policomprimido" de dosis fija, que comprendía una estatina, tres agentes antihipertensivos a medias dosis (un betabloqueante, un diurético y un inhibidor de la ECA), aspirina (75 mg) y ácido fólico (0,8 mg). El policomprimido fue concebido como un medio de tratamiento masivo para todas las personas mayores de 55 años, independientemente de su perfil de factor de riesgo o riesgo cardiovascular total estimado. Se estimó que la reducción del riesgo era del 88% para la enfermedad coronaria y del 80% para el accidente cerebrovascular.

El problema es que existen estudios también en contra de esta súper píldora. Al revisar la evidencia que respalda el uso de la terapia combinada, un informe reciente de un grupo de trabajo comentó que: (a) las estimaciones del efecto pueden haber sido exageradas; (b) la adherencia al tratamiento puede ser baja en poblaciones sanas; (c) se necesitan nuevos estudios de eficacia, efectividad y rentabilidad; y (d) es necesario examinar las cuestiones sociales y de comportamiento relacionadas con la cobertura de la población, la adopción y el mantenimiento a largo plazo.

12- Terapia hormonal. Sobre la base de datos de estudios observacionales, la terapia hormonal se ha utilizado para la prevención de enfermedades cardiovasculares, osteoporosis y demencia. Esta práctica ha sido cuestionada luego de la publicación de los resultados de varios ensayos clínicos aleatorizados, que no mostraron protección coronaria, y la Women's Health Initiative, que indicó que el uso prolongado de estrógeno más progestina se asoció con mayores riesgos de cáncer y enfermedad cardiovascular.

Una revisión sistemática Cochrane de 15 ensayos aleatorios doble ciego (que incluyeron 35 089 mujeres de 41 a 91 años) examinó el efecto de la terapia de reemplazo hormonal a largo plazo sobre la mortalidad, enfermedades cardíacas, tromboembolismo venoso, accidente cerebrovascular, ataques isquémicos transitorios, cáncer, enfermedad de la vesícula biliar, fracturas y calidad de vida. Todos fueron ensayos controlados con placebo, en los que las mujeres perimenopáusicas o posmenopáusicas recibieron estrógenos, con o sin progestágenos, durante al menos un año.

Los únicos beneficios estadísticamente significativos de la terapia hormonal fueron la disminución de la incidencia de fracturas y cáncer de colon con el uso prolongado. En mujeres relativamente sanas, la terapia hormonal continua combinada aumentó significativamente el riesgo de eventos coronarios y tromboembolismo venoso (después de un año de uso), accidente cerebrovascular (después de 3 años), cáncer de mama (después de 5 años) y enfermedad de la vesícula biliar. La terapia hormonal con estrógenos solos a largo plazo también aumentó significativamente el riesgo de accidente cerebrovascular y enfermedad de la vesícula biliar. En mujeres relativamente sanas mayores de 65 años que tomaban terapia hormonal combinada continua, hubo un aumento en la incidencia de demencia.

Sin embargo, los resultados del estudio WHI han sido cuestionados en numerosas ocasiones, dado que los datos en sí no permiten establecer relaciones con mayor incidencia de cáncer. Por tanto, el riesgo beneficio de la terapia hormonal sustitutiva debería consultarse con un experto en salud hormonal, solicitando una explicación e interpretación de la literatura científica para tomar la decisión adecuada.

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Ideas clave

  • De un estimado de 58 millones de muertes en todo el mundo por todas las causas, las enfermedades cardiovasculares (ECV) representan el 30%. Una proporción significativa de esta morbilidad y mortalidad podría prevenirse mediante estrategias para toda la población, pero sobre todo para las personas con mayor propensión a padecer este tipo de enfermedades.
  • La tasa de progresión de la aterosclerosis está influenciada por factores de riesgo cardiovascular: consumo de tabaco, una dieta poco saludable e inactividad física (que en conjunto resultan en obesidad), presión arterial elevada (hipertensión), lípidos sanguíneos anormales (dislipidemia) y niveles elevados de glucosa en sangre (diabetes).
  • Para prevenir las enfermedades cardiovasculares se deben seguir una serie de consejos.
  • No fumar, el tabaco aumenta el riesgo de arterioesclerosis y estrechamiento de los vasos sanguíneos.
  • Seguir una dieta saludable. Si se sigue una dieta moderada-alta en carbohidratos, la ingesta total de grasas debe reducirse a aproximadamente el 30% de las calorías, la ingesta de grasas saturadas debe reducirse limitado a menos del 10% de calorías y eliminar las grasas trans. Diversos estudios muestran que la reducción o modificación de la grasa de la dieta reduce la incidencia de eventos cardiovasculares combinados en un 16% y la mortalidad cardiovascular en un 9%, aunque estos ensayos solamente son aplicables a una población que elige una dieta moderada-alta en carbohidratos.
  • Realizar ejercicio físico. Hay que realizar al menos 30 minutos de ejercicio físico moderado al día (por ejemplo, caminar a paso ligero), mejor si es al aire libre.
  • Reducir el peso. El sobrepeso y la obesidad aumentan el riesgo de enfermedades coronarias al incrementar la grasa en el organismo. Hay que tener un peso normal, es decir, con índice de masa corporal entre 18,5 y 24,99.
  • Evitar el alcohol o, al menos, reducir el consumo a ocasional. Muchos estudios han demostrado una asociación en forma de U o J entre la mortalidad y el consumo de alcohol, en la que las personas que beben cantidades ligeras o moderadas tienen una tasa de muerte más baja que los no bebedores, mientras que las que beben grandes cantidades tienen una tasa de muerte más alta.
  • Controlar la presión arterial, el colesterol y la diabetes.
  • Los estudios observacionales han indicado que algunos factores psicosociales, como la depresión y la ansiedad, la falta de apoyo social, el aislamiento social y las condiciones estresantes en el trabajo influyen en la aparición de los principales factores de riesgo y el curso de la enfermedad coronaria.
  • Usar aspirina. Varios metanálisis han evaluado el papel de la aspirina en la prevención primaria de enfermedades cardiovasculares. En general, los resultados de los ensayos aleatorios indicaron que, en comparación con placebo, la aspirina se asoció con una reducción del 32% en el infarto de miocardio y un aumento no significativo en el riesgo de accidente cerebrovascular.

Enfermedades relacionadas

Fuente: Prevention of Cardiovascular Disease. Guidelines for assessment and management of cardiovascular risk. WHO. https://www.who.int/cardiovascular_diseases/guidelines/Full%20text.pdf

Redacción: Irene García

Supervisión editorial: Tomás Duraj

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